Palma, la roja

Las cigarras ensordecían todos los ruidos que arrastraba el río. Un calor sofocante invitaba al ganado a resguardarse en los establos o bajo las sombras de los árboles. Las humildes casas pintadas con cal quedaban lejos. El río rodeaba el pueblo, incluyendo pequeñas huertas y la dehesa. La modernidad no tenía cabida en aquellos años, en aquel lugar. La vida transcurría en el campo. Eran pocos los que contaban con pequeños terrenos, la mayoría de los habitantes de Palma del Río eran campesinos que se limitaban a cumplir con el trabajo cuando los pocos latifundistas así lo requerían. Trabajo que no contaba con garantías y donde ser sindicalista o simplemente escuchar a uno, era sinónimo de traición. Querer pretender el fin de la oligarquía nunca estuvo bien visto, incluso entre los propios campesinos; a veces por miedo, a veces por ignorancia, siempre por subsistir.

Deja un comentario