Cecilia (fragmento)

cropped-cropped-sdc10497.jpg[…]  La llamé. Abrí la puerta con mucho cuidado. Estaba de cuclillas en el suelo, con la cabeza metida en el váter. Aunque hoy me hubiera asustado, no me asusté entonces. El vestido y la ropa interior estaban en el suelo. Las joyas las había dejado en el lavabo, junto a la concha donde poníamos la pastilla de jabón. Cogí todo lo que mi padre me había pedido para curar a mi hermano. Mamá respiraba fuertemente, parecía cansada, fatigada. Salí del cuarto de baño, y torné la puerta. Ya había dado unos pasos, cuando oí que se volvía a abrir la puerta. Pensé mirar atrás pero preferí salir corriendo.

Francisco José Palomero Fernández

El triángulo rojo.

Mi hermana es muy creativa. Se llena a menudo las manos de barro para hacer figuritas que luego pinta. Con ellas monta una tienda ambulante en el portal de casa o en el parque. Me las enseña y me pide que se las compre porque quiere renovar el inventario, sacar las mercancías del depósito.

-¡No tengo dinero! -le digo.

-Estas hojas del árbol pueden ser los billetes -me dice con una gran sonrisa.

Recojo del suelo, al pie de la morera, decenas de hojas. Quiero comprarle el triángulo rojo… y miro hacia arriba, buscando más hojas que puedan caer.

¿Cuántas valdrá el triángulo?

                                             

                                                       Francisco J. Palomero Fernández

Cáscaras y significados

Imaginemos… que una cáscara de naranja se proclamase la secretaria general de la basura. Que quisiera ser la representante de los desperdicios, de los restos de postres básicos; de la mierda humana en general. En su contra se presentaría para una votación democrática, la cáscara del plátano, orgullosa y llena de potasio.

Si lo analizamos con detenimiento, la cáscara de la naranja recuerda a los restos de un adulto serio, a medias inteligente; consciente de la importancia de la dieta y preocupado por el medio ambiente.

Por otra parte, la cáscara del plátano nos remite a un contexto más tropical, veraniego e incluso pueril; a un niño descuidado y a una caída ridícula más tarde o más temprano.

Las cáscaras son envoltorios cargados de significados.

El globo de helio

Sandra Petrignani ya lo advertía, cuando describía con tanta dulzura y dramatismo las emociones que en un niño provoca el globo, cuando éste se le escapa de entre los dedos. Suele ocurrir en un descuido. Sutíl. El palpito queda sostenido.

Este primero de mayo que se avecina se atreve a ser franco y me recuerda que ella se fue, hace ahora dos años. Y hay una estrecha unión entre aquel niño que perdió su globo y este hombre que perdió a su amiga.

A veces las emociones no son tan diversas. Lo verdaderamente diferente sea quizá la densidad, el ritmo, la frecuencia. Pero son pocas las categorías.

Miraba entonces a mi cielo pueril, buscando mi globo. Y se hacía cada vez más pequeño, hasta que desaparecía. Aventurero y solitario, volaba a otros mundos.

¿Dónde habrá ido ella?

 

Francisco J. Palomero Fernández